La unión emocional entre
madres e hijas, más allá de un componente psicológico, tiene una explicación
científica relacionada con el sistema límbico, que hace que sus mecanismos de
reacción sean similares
El legado entre madres e
hijas va mucho más allá del vínculo de una educación, un afecto y de un mismo
contexto donde crecer y relacionarse.
Existe un dato curioso a
tener en cuenta que nos ha revelado un estudio publicado en la revista
ScienceDaily: la estructura cerebral que rige nuestras emociones podría
transmitirse de madres a hijas.
Con ello, los neurólogos,
psiquiatras y psicólogos tienen una base sobre la que entender un poco mejor la
predisposición a desarrollar un determinado tipo de carácter o, incluso, el
tener mayor o menor riesgo de padecer, por ejemplo, una depresión.
Queremos dejar claro que
este trabajo llevado a cabo en la Universidad de California no quiere decir en
absoluto que si nuestra madre fue o es tendente a sufrir crisis de ansiedad
nosotras las vayamos a experimentar también: hay un riesgo, una probabilidad.
Además de ello, también
resulta interesante saber que esa capacidad de muchas mujeres para hacer frente
a la adversidad, de sacar fortalezas insospechadas ante situaciones complejas,
es algo que también se transmite en ese vínculo femenino.
Es algo maravilloso y
excepcional.
Te damos más datos a
continuación.
El lazo invisible entre
madres e hijas
En la actualidad, sabemos
que hay muchas enfermedades que “tienen género”. La migraña, la fibromialgia o
las depresiones afectan en mayor número a mujeres que a hombres.
Es como si la estructura
cerebral de la mujer, con su red neuronal o ese sistema nervioso central capaz
de amplificar el dolor en el caso de la fibromialgia, quedara enhebrado a la
genética femenina.
A día de hoy, la ciencia no
ha podido aún dar una explicación a por qué esto es así.
No obstante, y en lo que se
refiere al mundo de las emociones, parece que ya tenemos algunas respuestas a
esa incógnita sobre por qué, en ocasiones, madres e hijas comparten esa “unión
emocional” a veces positiva y en ocasiones, algo más compleja.
Veámoslo con detalle.
El sistema límbico
Hablemos primero de una
estructura cerebral tan importante como poderosa: el sistema límbico. Podríamos
describirlo como el artesano de nuestras emociones.
El sistema límbico es el
encargado de regular y procesar todo nuestro mundo emocional. Aún más, es aquí
también donde se ubica nuestra memoria emocional, y donde se desarrollan
nuestros patrones de personalidad.
El sistema límbico está
formado a su vez por otras estructuras, como el hipocampo o la amígdala,
responsables también de emociones como el miedo o nuestra capacidad para
integrar recuerdos.
La directora de este estudio
es la psiquiatra Fumiko Hoeft, especialista en infancia y adolescencia. Su
principal propósito era averiguar si existían similitudes en diversas regiones
cerebrales entre parientes (madre e hija, padre e hijo…).
Lo que descubrió a través de
varias pruebas de resonancia magnética no invasiva es que madres e hijas
comparten una misma forma y actividad neuroquímica en el sistema límbico, un
área que, como ya sabemos, queda íntimamente unida al mundo emocional.
Hay una “predisposición” a sufrir los
mismos problemas emocionales
Repetimos una vez más que
una predisposición no es una causa directa: es un riesgo, una probabilidad. Ahora
bien, si este dato ha resultado ser tan importante para el campo médico es por
las siguientes razones:
Cualquier problema
emocional, como puede ser el estrés o una depresión, tiene como base una misma
actividad neuroquímica donde hay fluctuaciones entre la dopamina, la
norepinefrina, la epinefrina…
Si madres e hijas comparten
esta misma actividad cerebral, con déficits y fluctuaciones semejantes en el
sistema límbico, quiere decir que, posiblemente, ante unos mismos estímulos,
situaciones o problemas, los mecanismos de reacción serán semejantes.
Con estos datos podríamos,
sin duda, prevenir determinados tipos de enfermedades psicológicas teniendo
como base este componente genético.
Las hijas no son copias de las madres
Dada esta información cabe
la posibilidad de que mucha gente piense que, en cierto modo, las hijas son
copias de las madres. Al menos, en lo que se refiere a la dimensión emocional.
No es cierto. Para
comprenderlo, pensemos, por ejemplo, en varios aspectos: si nuestras madres
padecen hipertensión, diabetes, trombosis venosa profunda, tiroides u obesidad,
no quiere decir que nosotras tengamos un 100% de probabilidad de desarrollar
estos mismos problemas.
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Hemos de ver esta información
como lo que es: un dato que tener en cuenta para poder prevenir ciertas cosas.
Una hija nunca será una
copia de la madre. Nuestra situación personal es otra, nuestra educación,
personalidad, actitud y valores pueden ser muy diferentes.
En ocasiones, cuando una
niña se ha criado viendo a su madre aislada en la habitación, haciendo frente a
sus oscuridades, sus soledades y complejidades emocionales, toma conciencia de
una realidad que, el día de mañana, deseará evitar.
Su enfoque personal será
distinto. A pesar de que exista esa predisposición, la experiencia vivida en el
hogar le ofrecerá adecuadas estrategias para ser resiliente, para ser más
fuerte y evitar ese mismo trastorno depresivo.
Como dato final, señalar
también que en el presente estudio se descubrió que, mientras la herencia
materna estaba vinculada al mundo emocional, la carga genética del padre puede
predisponer a los niños a la dislexia o al autismo.